NO SE VE NADA. Chema Cobo

Yo creo que uno mira los cuadros con la esperanza de descubrir un secreto. No un secreto sobre el arte, sino sobre la vida. Y si lo descubre, seguirá siendo un secreto, porque después de todo, no se puede traducir a palabras.
Con las palabras, lo único que se puede hacer es trazar a mano un tosco mapa para llegar al secreto. John Berger.     En esta exposición titulada No se ve nada Chema Cobo invita a cada espectador a emprender un viaje particular. Le invita a viajar en el tiempo desplazándose por el espacio creado en los cuadros y entre ellos.  Como en una moviola, como en Rayuela, o en el Ulises de Joyce el espectador puede avanzar plano a plano, saltar de uno a otro o bien ir hacia delante o hacia atrás; la narración ocurre asimismo entre cuadros, cuenta con el silencio de los muros como en una partitura musical. Así pues, la narración se estructura de una forma poética y cinematográfica donde los silencios-muros son elocuentes, a veces tanto como los cuadros.  Si siguiéramos un orden lineal, la exposición, compuesta por 11 óleos y varios pasteles, comenzaría con la puesta en escena de una representación teatral (primer espacio), en el que aparecen escenario, partitura y audiencia. A continuación se expone la confusión que existe hoy entre «actualidad» y realidad (segundo espacio). La exposición concluye en un reducto de fantasmas (ultimo espacio), ya solo se ve lo que no es visible, ¿será este el secreto?  En esta exposición, Chema Cobo quien siempre ha dudado de la realidad, plantea la sospecha de que nada es representable, de que si se representa algo ese algo no es nada. En un universo de imágenes como el de hoy, la velocidad vertiginosa con la que desfilan las vuelve frágiles y ya solo se refieren a sí mismas; aquí empieza el problema, y también el juego. Y inquiere Chema Cobo: «¿Es más representable mi fantasma que mi (auto)retrato? ¿Una imagen sin memoria y sin historia es visible? ¿O tal vez solo tenemos la ilusión de verla?…¿Es una noticia teatralizada más efectiva que una noticia en directo?»  Las estrategias pictóricas le ayudan en el proceso de composición-descomposición de fantasmas. Siempre que vemos algo oculto pensamos que lo que hay escondido es lo real, sin esa sospecha de realidad, el fantasma de la imagen no es visible. En el estado de sonambulismo crónico en el que vivimos, la realidad prácticamente se ha confundido con las imágenes, al menos y sobre todo en nuestro primer mundo…  Chema Cobo sospecha que nuestras miradas están mediatizadas y que nunca vemos la realidad, nunca vemos nada; por esta razón utiliza la pintura, para poner en escena bien la relación de la imagen con lo representado, bien el viaje de las imágenes en busca de algo que representar. Y añade que todo lo que ha pintado se reduce a lo mismo: «hago metáforas de la nada, es lo que mi tiempo me ofrece como realidad».  La imagen en su obra, al ser pintada, no es un reflejo ni de sí misma, ni del medio utilizado , tampoco es una extensión mimética de la realidad; la imagen es un magma de polivalencia, la imagen es en sí una paradoja.  Entre el ojo que mira y no ve, y el objeto o la imagen mirada que cada vez es más invisible, Chema Cobo interpone el tiempo.  En la época en la que vivimos, padecemos el espejismo de creer que cualquier evento, por el mero hecho de acontecer no forma parte del presente sino pertenece al pasado. Hemos interiorizado lo real como algo por venir, esto es, somos porque nos sentimos proyectados al futuro y estamos cegados al presente.  Para recuperar el presente, este tiempo hoy cada vez más diluido, Chema Cobo detiene la imagen como ocurre en esos finales de secuencias de algunas películas —Chema Cobo menciona entre otros de Dreyer— en los que los personajes ya no están pero «su aura» aún flota en el ambiente y su ausencia se hace presente. El espectador no sabe si lo que ha visto es real o fantástico. La secuencia lo sitúa en la antesala de la incertidumbre.  Chema Cobo disecciona con frialdad cada imagen, huyendo de todo tipo de dramatización — a menudo cita a Montaigne: «no enseño, cuento»—. Y por arte de pintura —que no de magia— introduce al espectador en un mundo en el que duda de su propia mirada y se ve obligado a mirar dos veces, creyendo acaso haber visto un espectro. ¿O es que realmente lo ha visto?