ECLIPSE (español)

“… pero la luna de esta noche, sin dejar de mostrar como era cada cosa- el hilillo de agua del manantial, los pétalos de cerezo que planeaban de uno en uno y de dos en dos por el aire inmóvil hasta el suelo, el amarillo de las flores de la kerria-, confería a todas el perfil borroso de las imágenes de una linterna mágica, dando la impresión de un mundo surreal dibujado en el aire por un instante, como un espejismo a punto de disiparse…”
Tanizaki, “La madre del capitán Shigemoto”.

Hace meses, entre los recortes de imágenes que guardo desordenadamente en mi estudio encontré una viejísima postal, muy deteriorada, de un busto de Platón. Recuerdo haberlo visto con anterioridad posiblemente en algún manual escolar de filosofía y también en el Museo del Louvre, donde esta expuesto. Recientemente esta imagen del filosofo griego empezó a aparecer en mi mente de  forma reiterativa, desaparecía y volvía pero siempre de manera imprecisa. La angustia que me terminó produciendo tal fantasma me obligó a buscar de nuevo la imagen que meses antes había encontrado por azar. Mi sorpresa fue constatar  que la imprecisión de tal reproducción era muy parecida a la que recordaba, salvo en ciertos detalles como el encuadre que es algo diferente, y también el color. La posible respuesta a tan lúdico enigma tal vez este, creo, en que aquello que me viene a la mente sea una mezcla perfecta de las tres experiencias  que ante tal busto y sus dos reproducciones pude tener en sus respectivos momentos. Este hecho, tan banal, quizás sea el germen de esta exposición.
Este hecho y unas notas que tenía en mi cuaderno de bocetos me invitaron a releer algunos textos de Platón, especialmente aquel en que describe el Mito de la Caverna (La Republica, libro VII) y que ha sido objeto de tantas interpretaciones. No en vano es un mito y como tal puede leerse libremente como un poema.
¿Cuantas cosas y causas hoy se siguen sustentando sobre mitos? ¿Es la sombra el origen de la pintura?¿Por qué titular Real, el cuadro con el busto de Platón?
Si ya es fantasmal  el busto de Platón con la nariz rota que se muestra en el Louvre y ya, de hecho, es una reproducción digamos equivalente a la fotográfica de hoy, del individuo Platón, ¿qué grado de realidad tendrá el Platón que pinto de memoria siglos después? ¿Cuántos telones superpuestos puede haber en la caverna donde vemos pasar las sombras? Cada reproducción, cada doble adelgaza el fantasma, la quimera del original, del real y punto de partida. ¿Son las ideas pues que van diluyéndose conforme hacemos uso de ellas de la forma mecánica que las convenciones nos han impuesto?
Creo que conforme adelgazan los fantasmas y las sombras, la pintura, el arte debiera compensarlos aplicándose con una densidad todavía mas prieta y mas diamantina. En mi caso pintar es negar y borrar. Me interesa la desnudez seductora de la nada como punto de partida.
Tristan Corbière decía: “Hay que pintar únicamente lo que nunca se ha visto, lo que nunca se vera.”
Esta nueva exposición titulada Eclipse sigue merodeando en torno a lo que “nunca se vera”. Quizás solo se trata de que la memoria pinte, de que siga pintando borrando…añadiendo y corrigiendo permanentemente porque las imágenes se mueven y  nunca se dejan retratar de forma definitiva. Todo esta en un antes y un después o en lo que hay detrás de la pantalla del cuadro. Lo que ocurre aquí y ahora esta en permanente proceso de aparición / desaparición.  Por esto las imágenes pintadas aparecen diluidas, a punto de aparecer o de desaparecer. Pintar es un permanente intento de desconectar las imágenes de la realidad que supuestamente representan. Me interesa como se presentan las imágenes y a la vez como se articulan o construyen. Una imagen es siempre un doble, una máscara de algo que solo percibimos gracias a esta, y que sin ella no seria visible. El fantasma es el espacio de la imagen, la representación, el teatro donde este hecho es posible.
El hecho de representar no garantiza certeza alguna sobre lo representado, mas bien acentúa dudas e incertidumbres. Nadie quiere verlo así pues de hecho es mas incomodo e inquietante. El ver no disipa dudas, es mas: hace que estas se multipliquen. Pintar es transformar la materia inerte en ficción, ilusión. La pintura y la memoria son gemelas siameses. Una y otra recuperan las imágenes como un sueño que seduce y no como una aseveración de la realidad.
Hoy día en un marasmo de imágenes vacías y palabras huecas que las tratan de justificar, todos nos creemos seguros de percibir la realidad, de apropiarnos de ella con mas y mas precisión buscándole un doble en aquello que es el paraíso de los crédulos, la llamada realidad virtual.
La realidad ( ¿?) se mueve tanto que parece estar mas quieta que nunca . Pinto buscando el sutil equilibrio “del momento antes”, un no-estado,  un infrasutil espacio tiempo lleno de posibles.

Desde los primeros años de la década de los ochenta vengo dando un titulo a mis exposiciones.
En este caso el titulo de la exposición Eclipse surge de la lectura de un texto de Clément Rosset donde  al escribir de la “insignificancia de lo real” hace uso del eclipse y cita un pasaje de Fontenelle:

“Estoy muy sorprendida , dice la marquesa, de que haya tan poco misterio en los eclipses…”
Y continua Rosset, “En definitiva, ¿qué hemos aprendido sobre el mundo observando la regularidad de los eclipses? Nada, sino que una serie de acontecimientos teniendo todas las probabilidades de aparecer de forma desordenada ocurren, sin ninguna razón de manera regular.
Se podría aprender tanto sobre el ser humano contando el número de sus pedos para establecer una estadística, como lo hace Molloy: “…. Anda, Anda, solo soy un pequeño pedómano, no tenia ni que haber hablado de ello. Extraordinario como las matemáticas os ayudan a conoceros.”

Con el título de la muestra invito al espectador a ver esta como otra pieza mas de la exposición en la que los cuadros pueden relacionarse unos con otros como partes de un discurso aun mas amplio, con independencia de la autonomía de la que goza cada cuadro como elemento de la muestra misma.
El título, bien sea de un cuadro o de una exposición nunca es descriptivo ni explicativo de nada, mas bien actúa como señuelo, a veces paradójico, a veces, irónico tanto de una manera como de otra actúa como contrapunto evitando lecturas o visiones frontales y simples.
Las imágenes que aparecen en los cuadros, las elijo de forma caprichosa. Normalmente me inclino por hacer uso de aquellas que mas indiferentes me resultan, las menos atractivas y alejadas de mis gustos y de las soluciones plásticas fáciles para mi. Con ello evito cualquier tipo de efectismo fácil. La imagen, cuanto mas distante y muda se me muestra, mas adecuada me parece para la aventura. Una vez seleccionada la imagen pasa  a un congelador, a un reposo mas o menos largo, a un espacio para ser casi olvidada. Si intento recordarla y descubro que empieza a perderse en una lechosa nebulosa, entonces es cuando considero oportuno retomarla, empezar a trabajar con ella. Lo que finalmente me atrae de las imágenes es ese punto de obsoleto silencio que adquieren, su inutilidad, su precaria capacidad para ilustrar el mundo tal y como se supone debieran hacer.
La fecha de caducidad de las imágenes es cada vez mas corta. Las imágenes ya no tienen ni capacidad para contarse a sí mismas, ilusamente creemos que lo hacen. Estas imágenes inertes llegan al lienzo como un amasijo neutro. Es gracias a la pintura que tal vez logren retomar un cierto poder de representación, una vuelta a la vida nada estática y sobre todo rica por su capacidad para asombrar al reaparecer en un escenario ambivalente, donde las fronteras del código ficción-realidad son elásticas  y caprichosas. Aspiro con ello a que todo aquello que es extraño parezca normal y todo aquello que parezca normal aparezca como extraño.
Mi trabajo en el cuadro nada tiene de gestual ¿es analítico? En parte sí, valga la paradoja. No hay desde luego pretensión de “estilo” en absoluto. Para mi los estilos son herramientas aptas para usar cuando la ocasión lo requiere, así pues el gesto , en los momentos en que he recurrido a él ha sido una simulación y su finalidad, instrumental.
¿Qué pretendo con todo esto? Es mas fácil pintarlo que contarlo, sin embargo tomo el riesgo que augura un fracaso de intentar hacer esto último.
La invención  de la fotografía y hasta la imagineria virtual de hoy son una consecuencia de la invención de Alberti, de las reglas de una perspectiva artificialis que, por primera vez en la cultura occidental, ha conseguido matematizar el dominio de lo sensible, y particularmente la manera de ver el mundo – hasta el punto de erigir esta visión  en un paradigma de la claridad inteligible, en un puro reflejo de la inteligencia. Así pues ha sido impuesta  la visión clara y distinta de las cosas liquidando lo vago, lo indistinto, lo borroso, como variedades del pensamiento confuso, del concepto sin fundamento, y que , si siguen siendo en raras ocasiones categorías estéticas, en ningún caso acceden a la autoridad de la mirada que distingue, que ve a través – el perspicere latín, de donde la palabra perspectiva  viene y extrae su poder – que, perspicaz, aísla, distribuye y analiza. Ante la ficción de una visión monocular y fija si hago algo es todo lo contrario. Es decir,  llevar a su limite la visibilidad de las cosas.
Imaginemos un personaje algo científico, algo mago, incluso con un gorro cónico lleno de estrellas que desde su torre laboratorio mira los astros con un microscopio al mismo tiempo que mira una mosca con su telescopio. Imaginemos también que esto es un dibujo mío de los años noventa en los que un texto pintado dice (homenajeando a Marcel Broodthaers): “La realidad es el encuentro entre dos ficciones”
Ya en el año 1982 decía:
“Me coloco a mi mismo en la dialéctica entre dos realidades: una dentro del lienzo (codificada como ilusión) y la otra fuera del lienzo (codificada como realidad). Esta última es la realidad que nosotros vemos y experimentamos a través de los sentidos. Sin embargo, esta realidad se puede ver también como una imagen y la realidad dentro del lienzo como otra diferente. Ambas imágenes son ineludibles metafísicamente al igual que las ilusiones y los conceptos también lo son. Necesitamos nuestra razón y también nuestros sentidos para interpretar ambas. Por tanto, considero ambas realidades un continuo: la realidad dentro del lienzo es tan ilusoria como la realidad fuera del lienzo”
(…)
“Dos realidades, dos ficciones, y un lienzo en el medio. La percepción es el vaivén entre las dos.”
(…)
 “Todo es un continuo fluido, una incesante metamorfosis. Por tanto, mi espacio pictórico -que es mi prolongación- esta continuamente componiéndose y descomponiéndose.”


Ironizar, enfriar, dislocar, marcar distancias, este es el campo de trabajo. Todo este proceso de mostrar ocultando, de esconder enseñando, son las herramientas perfectas para los propósitos antes esbozados. Recuerdo una pieza mía del año 1991 en la que puede leerse sobre una partitura en blanco un texto también pintado en blanco que dice: Half of everything is secret and the other half is hidden.
Léase esta manifestación como anuncio de algunas de las estrategias que mueven mi obra y que se hacen visibles en el resultado final que se presenta al espectador.
Cierta perspicacia selectiva del que mira viene ya exigida desde la misma obra. Todo este tipo de estrategias tienden a dinamitar los estándares  del ilusionismo fetichista a los que nuestra percepción es sometida, hablo del tan convencionalmente asumido “está pasando, lo esta viendo”, la noticia / imagen impuesta que se enfatiza como verdad, como realidad. La absurda convicción de que todo es visible y transparente, que la superficie y el chisporroteo electrónico de la tecnología reproduce una realidad mas perfecta y visible que la reproducida. Hoy vivimos el gran momento del éxtasis retiniano, de la amnesia generalizada, simple y llanamente puro impresionismo retiniano.
Para hacer estos trabajos de construcción y derribo, se impone una ejecución rápida pero concentrada. Esto mismo marca los límites, precisión y economía de medios, sin embargo el trabajo previo es lento y laborioso.
Paradójicamente es todo un proceso de borrado y limpieza el que tiene el resultado mas fructífero.
Me es indiferente la satisfacción visual que me pueda producir el cuadro, prefiero la extrañeza, confio mas cuando el resultado es en principio agridulce.
Es deseable que los cuadros sucedan y me dejen de lado, es una buena señal. Prefiero que tengan algo de indeseable e inesperado, con un cierto bagaje de precariedad. Normalmente, me viene  ocurriendo, ha de pasar mucho tiempo para que les reconozca, supongo que el sentimiento es reciproco. Alguien me decía, que realmente yo era como un domador muy peculiar cuyo trabajo consistía en reunir sus fieras, enfadarlas y luego les abría la puerta de la jaula y les invitaba a salir. Es una forma de verlo.
Esta exposición Eclipse, como las anteriores está planteada para ser vista en un espacio determinado, en este caso la galería A. Machón en Madrid. Si bien cada cuadro es autónomo y puede ser visto como tal, en relación con los demás invita a una visión y lectura mas prolífica y compleja. A su vez cada uno de los espacios de la galería con sus cuadros es un acto de la obra final. El evanescente y mutilado busto de Platón, del que hablaba, es el punto de arranque del recorrido. Al llegar al final nos veremos obligados a rehacer el mismo recorrido a la inversa , (es aconsejable ver también la exposición de esta manera) y, viniendo del fondo de la Galería el cuadro con el que nos toparemos es un cuadro llamado Wake up (Despierta) que intencionadamente esta a espaldas de Real (Plato’s Ghost), como si de la otra cara de la misma moneda se tratara. Entre estos dos cuadros prácticamente se construye la ficción  titulada Eclipse.
Con respecto al color de la obra, no es nada nuevo, tal vez no se recuerde, han pasado muchos años, pero mi obra mas temprana, hablo de los años 73 y 74, se movía por estas gamas cromáticas. El tema del color, como tal me ha interesado poco, cada tipo de obra pedía un tipo de paleta y sin mas complicaciones he hecho uso de él. El color funciona cuando no distrae. Mi preocupación ha sido siempre la relación luz-color, color-luz. En la obra me interesa la luz y ahora especialmente. Cuando se pinta despintando, se impone la luz y el color queda soterrado, casi emboscado pero sigue trabajando al acecho. A veces los cuadros tienden a deslumbrar y a buscar ese momento impreciso de luz que se padece en un estado de tránsito entre la vigilia y el sueño o viceversa entre el sueño y el despertar. La nebulosa blanquecina que empaña todos los cuadros incita a un silencio que tamiza ese rumor, el  del tiempo. Son estos elementos plásticos los que sustentan cualquier tipo de narración en mi obra. Si hay narración, es la pintura la que narra. En este sentido me siento heredero de la vanguardia del siglo XX, el serlo no es una consecuencia, sino una elección.